Plat—n de Atenas, c. 429-347 a. C, por Julia Annas. The Oxford Classical Dictionary, Oxford University Press, S. Hornblower, A. Spawforth, eds.,  3» edici—n 1996.

Traducci—n de Oscar Vel‡squez

 

Descend’a de ricas e influyentes familias atenienses por ambos lados. Su propia familia, como muchas, se encontr— dividida por las desastrosas consecuencias pol’ticas de la Guerra del Peloponeso. Su padrastro Pirilampo fue un dem—crata y amigo de Pericles, pero dos de sus t’os, Critias y C‡rmides, se convirtieron en miembros de los Treinta Tiranos. En algœn momento Plat—n renunci— a su ambici—n de una carrera pol’tica, dedicando su vida a la filosof’a. La mayor influencia filos—fica en su vida fue S—crates, pero en tres aspectos importantes Plat—n se apart— del ejemplo de S—crates. Rehus— el matrimonio y la obligaci—n familiar de producir hijos ciudadanos; fund— una escuela filos—fica, la Academia; y produjo una gran cantidad de obras filos—ficas escritas (as’ como las vagas Ôdoctrinas no escritasÕ producidas en algœn momento en la Academia, sobre las que tenemos solo testimonios secundarios).

Las obras de Plat—n est‡n todas en la forma de di‡logos en los que Žl mismo no aparece. El sentido filos—fico de esto es distanciarse de los argumentos que son presentados. Plat—n es œnico entre los fil—sofos en este rechazo constante de presentar las ideas como propias, forzando al lector a decidirse a adoptarlas —una estrategia que surte su mejor efecto en los di‡logos m‡s breves donde los argumentos est‡n presentados en una forma m‡s viva. Para Plat—n este distanciamiento y uso del di‡logo no es un asunto de estilo, sino una cuesti—n de epistemolog’a: a pesar de diversos cambios de posici—n en la cuesti—n del conocimiento, Žl estar‡ convencido siempre de que nada aceptado a ojos cerrados, por intermediarios, o de otros o de libros, puede jam‡s ser comparable a un estado cognitivo meritorio; el conocimiento debe ser obtenido con el esfuerzo de la persona involucrada. Plat—n trata de estimular el pensamiento m‡s que entregar doctrinas.

Este distanciamiento hace a Plat—n mismo evasivo, de dos maneras. Primero, que sabemos muy poco de Žl personalmente. Bibliograf’as posteriores est‡n evidentemente construidas para ÔexplicarÕ aspectos de los di‡logos. La sŽptima de una serie de Ôcartas de Plat—nÕ ha sido aceptada como genuina por algunos estudiosos, y ha sido usada para crear un trasfondo hist—rico a los di‡logos. Pero tales ÔcartasÕ son un reconocido gŽnero ficticio; es muy imprudente usar tal material para crear una base a los argumentos en los di‡logos, que son deliberadamente presentados de una manera objetiva. El tratar de explicar los di‡logos apelando a unas Ôvida y cartasÕ, si bien tentador desde la antigŸedad, es no comprender el verdadero sentido del procedimiento de Plat—n, que consiste en forzarnos a responder a las ideas en los di‡logos mismos, no en juzgarlos por nuestra perspectiva del autor.

En segundo lugar, los di‡logos mismos son extremadamente variados y a menudo bastante abiertos interpretativamente. Desde la antigŸedad ha habido un debate de si el legado filos—fico de Plat—n deber’a ser tomado como un conjunto de doctrinas, o como un debate y argumento continuo. La escŽptica Academia Media ley— Plat—n en raz—n de sus argumentaciones, y la herencia de Plat—n fue considerada como una continuaci—n de la pr‡ctica del argumento en contra de objetivos contempor‡neos. El di‡logo m‡s favorable a este tipo de interpretaci—n es el Teeteto, en el que S—crates se presenta a s’ mismo como una partera estŽril, que extrae ideas de otros sin proponer ninguna propia. Sin embargo, incluso en la antigŸedad encontramos la lectura rival dogm‡tica de Plat—n, en la que los di‡logos son le’dos como presentando fragmentos de doctrina que el lector es inducido a juntar para producir un ÔPlatonismoÕ, un sistema caracter’stico de creencias. La lectura dogm‡tica tiene que superar la naturaleza diversa de los di‡logos y el tratamiento no sistem‡tico de muchos temas, con conflictos que aparecen entre los di‡logos y con el papel cambiante y finalmente en extinci—n de S—crates como figura principal. Esos problemas son a menudo solucionados apelando a un cierto desarrollo del pensamiento de Plat—n, aunque ha habido ÔunitariosÕ acerca de las ideas de Plat—n desde que Ario D’dimo declar—, ÔPlat—n tiene muchas voces, no, como algunos piensan, muchas doctrinasÕ (Estobeo, Eclogae 2. 55. 5-6).

Desde el siglo XIX se ha ocupado mucha energ’a en la cronolog’a de los di‡logos, pero a pesar del trabajo de origen computacional, no hay pruebas estil’sticas para establecer un orden preciso. En todo caso una cronolog’a de los di‡logos es solo interesante si sigue las huellas de algœn comprobado desarrollo del pensamiento de Plat—n, e intenta establecer que esto encaje con facilidad dentro de las tortuosidades del argumento cuando ellos no se fundamentan en las dudosas Ôvida y cartasÕ. Estil’sticamente, sin embargo, los di‡logos caen, relativamente sin discusi—n, dentro de tres grupos: (1) los di‡logos Ôsocr‡ticosÕ, en los que S—crates es la figura principal, interrogando a otros acerca de su propia posici—n pero sin argumentar Žl mismo por ninguna, aunque emergen sus propios puntos de vista caracter’sticos. Este grupo incluye el Ion, Laques, Lisis, Apolog’a, Eutifr—n, C‡rmides, MenŽxeno, Hipias Mayor, Hipias Menor, Prot‡goras, Crit—n, Clitofonte, Alcib’ades, Amantes, Hiparco (de los dos œltimos se ha dudado a menudo que son obra de Plat—n, y desde el siglo XIX esto es verdad del Alcib’ades, del que nunca se dud— en la antigŸedad). Dos di‡logos considerados de transici—n entre los di‡logos socr‡ticos y los medios son Gorgias y Men—n. Dos di‡logos que usan un formato socr‡tico pero que tienen mucho en comœn con obras posteriores son Eutidemo y Teeteto. (2) Los di‡logos ÔmediosÕ, en los que S—crates permanece como la figura principal, pero, no m‡s socavando las opiniones de otros, expone detalladamente muchas ideas positivas: este grupo incluye Fed—n, Repœblica, Banquete y Fedro. (3) los di‡logos Ôtard’os, en los que S—crates se retira como el principal interlocutor, y Plat—n expone extensamente muchas ideas positivas, a veces en forma cr’tica, con sus propias ideas y las de otros fil—sofos, de un modo a su vez minucioso y crecientemente tŽcnico y ÔprofesionalÕ: este grupo incluye Cr‡tilo, ParmŽnides, Sofista, Pol’tico, Filebo y Leyes. Timeo y Critias son con la mayor frecuencia puestos en este grupo, pero hay argumentos para colocarlos con los di‡logos medios.

No hay un modo de presentar el pensamiento de Plat—n que no sea problem‡tico. Muchos aspectos de su obra invitan al lector a un seguimiento abierto de las cuestiones filos—ficas; otros la presentan con posiciones m‡s desarrolladas, lo suficientemente s—lidas para ser caracterizadas como Ôplat—nicasÕ incluso por aquellos que rechazan las formas m‡s r’gidas de la lectura dogm‡tica. Mientras que ningœn examen del variado y fŽrtil pensamiento de Plat—n puede ser adecuado, algunos temas m‡s importantes se reiteran y se pueden rastrear a travŽs de varias obras.

 

Pensamiento Žtico y pol’tico. Plat—n es en todo respecto insistente en la objetividad de los valores, y en la importancia de la moralidad en la vida del individuo. El pasaje ÔprotrŽpticoÕ en el Eutidemo se anticipa a los Estoicos en su exigencia de que lo que se llama ÔbienesÕ (salud, riqueza, etcŽtera) no lo son realmente; el œnico bien es el conocimiento de una persona virtuosa de c—mo hacer uso de estas cosas de un modo conforme con la moralidad. La suposici—n se saca expl’citamente a relucir: de que cada cual aspira a la felicidad, aunque tenemos, con anterioridad a la reflexi—n filos—fica, poca idea de quŽ es, y la mayor’a la confunde con el Žxito mundano; la elecci—n de la virtud es personificada en el fracaso terrenal de S—crates. Muchos de los di‡logos socr‡ticos  muestran a S—crates tratando de hacer que la gente vuelva a pensar sus prioridades y a vivir m‡s moralmente; est‡ seguro de que hay tal cosa como la virtud, aunque nunca asegura tenerla. ƒl identifica adem‡s la virtud con la sabidur’a o discernimiento que es fundamentalmente, la comprensi—n unificada de los principios que permiten al virtuoso actuar correctamente en una variedad de situaciones, y explicar y justificar sus decisiones y acciones.

En el Prot‡goras, encontramos la afirmaci—n de que esta sabidur’a ser‡ œtil para conseguir el placer; esta opini—n es examinada con respeto, y aunque encontramos ataques a esta idea que el placer pueda ser nuestro fin en el Fed—n y el Gorgias, Plat—n vuelve a ciertos pensamientos de apariencia muy hedon’stica en el Filebo y las Leyes. Ario D’dimo compara a Plat—n con Dem—crito como un tipo de hedonista, y claramente se siente tentado a ratos con la idea de que cierto tipo de placer es inescapablemente nuestro objetivo, aunque despuŽs del Prot‡goras nunca piensa que nuestra raz—n pueda ser un mero instrumento para conseguirlo. Aparte de alusiones cr’pticas y dif’ciles en el Filebo, Žl nunca logra una caracterizaci—n duradera del discernimiento de la persona virtuosa.

En algunos de los di‡logos primeros y medios Plat—n fusiona la sabidur’a del individuo virtuoso con la del gobernante virtuoso; la habilidad de organizar la propia vida se une con la de lograr la felicidad de otros. La culminaci—n de esto es la Repœblica, donde el individuo y el estado son similares en estructura, y el individuo virtuoso es producido s—lo en el estado virtuoso. Posteriormente Plat—n separa de nuevo esos asuntos, de manera que  el Filebo se interesa en el individuo, y las Leyes en la moralidad social.

El tratamiento de Plat—n de materias sociales y pol’ticas est‡ marcado por un cambio de Žnfasis entre dos tendencias de su pensamiento. Una es su convicci—n de que la mejor soluci—n a los problemas pol’ticos es el ejercicio de un juicio experto: en una vida individual lo que se necesita es una comprensi—n de conjunto basada en un correcto discernimiento de las prioridades, e igualmente en un estado lo que se necesita es un discernimiento experto y cabal del bien comœn. Esta convicci—n triunfa en la Repœblica, donde los gobernantes, los Guardianes, tienen el poder de dirigir las vidas de todos los ciudadanos en un estado de un modo muy ampliamente definido: las leyes sirven el prop—sito de aplicar el experto conocimiento de los Guardianes, pero ellas no son un obst‡culo. El conocimiento experto le da a su poseedor el derecho a hacer cumplir en otros lo que el experto ve que est‡ en sus verdaderos intereses, as’ como el paciente debe someterse al doctor y la tripulaci—n al capit‡n del barco.

Plat—n, sin embargo, es tambiŽn consciente de la importancia de la ley para asegurar la estabilidad y otras ventajas. En Crit—n las Leyes de Atenas claman de S—crates obediencia (aunque en una variedad de niveles sin organizaci—n). En el Pol’tico Plat—n admite que aunque las leyes son en el mundo real una traba sobre la experiencia, ellas encarnan los resultados pasados de la experiencia y por consiguiente deben ser respetadas, m‡s aœn obedecidas absolutamente en ausencia del experto. En las Leyes, donde Plat—n ha renunciado a la esperanza de que un verdadero experto pueda existir y gobernar sin ser corrompido por el poder, Žl insiste en que los problemas de divisi—n pol’tica y conflicto deben ser enfrentados con una total obediencia a las leyes, que son consideradas como el producto de la reflexi—n racional y la experiencia, m‡s que el producto azaroso del conflicto de partidos.

La mejor conocida contribuci—n de Plat—n al pensamiento pol’tico es su idea, desarrollada en la Repœblica, de que el individuo (m‡s estrictamente, el alma individual) y el estado son an‡logos en estructura. Justicia en el estado es la condici—n en la que sus tres funcionalmente definidas partes —los gobernantes, los auxiliares de los gobernantes, y el resto de los ciudadanos (los productores)— trabajan en armon’a, guiados por el experto conocimiento de los gobernantes, quienes, a diferencia de los otros, captan lo que est‡ en el interŽs comœn, An‡logamente, la justicia en el individuo es la condici—n donde las tres partes del alma del individuo trabajan en armon’a. Cu‡l ser‡ esta condici—n habr‡ de diferir para los miembros de las tres clases. Todos los ciudadanos tienen almas cuyas partes son: la raz—n, que discierne los intereses de la totalidad o al menos puede ser guiada por la comprensi—n de la raz—n de algœn otro que lo hace; Ôesp’rituÕ, el lado emocional de la persona; y el deseo, la colecci—n de deseos que tienden a su propia satisfacci—n sin importar los intereses del conjunto. Para todos, la justicia consiste en el gobierno de la raz—n, y la subordinaci—n del esp’ritu y los deseos; pero lo que esto demanda es diferente para los gobernantes, que comprenden y pueden articular los requerimientos de la raz—n, y para los productores, que no lo hacen. Es notable que Plat—n identifique esta condici—n de alma, que llama armon’a ps’quica, con la justicia, muy al contrario de las intuiciones griegas acerca de la justicia pol’tica. En la Repœblica, la justicia del ciudadano consiste en identificar su interŽs general, hasta donde ello es posible, con el interŽs comœn, y esta idea es llevada a reconocidos extremos en los libros centrales, donde los gobernantes han de vivir una vida en la que se le da a la individualidad el menor objetivo posible. Las opiniones han diferido siempre de si la Repœblica es una contribuci—n a la teor’a pol’tica, o un rechazo del fundamento mismo de la teor’a pol’tica, una que rehœsa resolver los conflictos pol’ticos, y que de manera no realista elimina sus fuentes. La Repœblica ha sido siempre muy inspiradora como Ôun modelo trazado en el cieloÕ para el uso de los individuos en su bœsqueda de la justicia individual.

 

El conocimiento y sus objetos. En los primeros di‡logos, S—crates est‡ en constante bœsqueda de conocimiento; esto es provocado, no por preocupaciones escŽpticas en asuntos pr‡cticos, sino por el deseo de adquirir, en una escala m‡s amplia y profunda, el tipo de conocimiento experto que exhibe la gente artesana. S—crates no duda que tal conocimiento globalmente experto, que Žl llama sabidur’a, existe, ni que Žl ser’a util’simo en el comprensi—n y conducci—n de la propia vida, pero nunca proclama poseerla, y en los di‡logos socr‡ticos pone al descubierto diferencias entre ella y tipos corrientes de un conocimiento experto. Los Sofistas, particularmente Hipias, son ridiculizados como gente que indiscutiblemente tienen habilidades corrientes, pero se deja al descubierto su carencia total en un tipo de discernimiento global que es lo que S—crates est‡ buscando.

La concepci—n de sabidur’a de S—crates es ambiciosa; la persona con este conocimiento experto tiene una unificada comprensi—n de conjunto de los principios que definen su campo y (como se insiste en el Gorgias) Žl puede dar un logos o dar raz—n de quŽ es lo que conoce, permitiŽndole explicar y justificar los juicios que hace. En varios di‡logos esta exigencia de dar un logos se vuelve m‡s rigurosa, y se establecen condiciones previas para una respuesta adecuada. La persona que supuestamente conoce algo (= X), debe responder sobre lo que es ese algo (=X), lo que en cierto modo explica la manera en que las cosas espec’ficas y las clases de cosas son. Se dice que la respuesta proporciona una ÔformaÕ que es por s’ misma de algœn modo X, a decir verdad es X de un modo que (a diferencia de las equis de otras cosas) imposibilita siempre el que sea en cualquier circunstancia lo opuesto de X. Un nœmero de complejos temas surgen a prop—sito de estas ÔformasÕ, apasionadamente discutidas por los estudiosos y en relaci—n con las cuales el texto da sugerentes pero incompletas sugerencias.

En los di‡logos socr‡ticos hay un desajuste digno de menci—n entre el objetivo de la sabidur’a y el mŽtodo que S—crates emplea; para lo segundo est‡ el procedimiento del Žlenkhos o refutaci—n, la puesta a prueba de las opiniones de un oponente por los tenaces argumentos de S—crates. Pero el Žlenkhos es un mŽtodo que muestra solo la inconsistencia entre creencias; no tiene recursos para probar la verdad. Su resultado es negativo; tenemos demostraciones de quŽ no son la amistad, el valor, la piedad y cosas semejantes, pero ninguna de quŽ son. En el Men—n emerge un enfoque diferente; la teor’a de la ÔreminiscenciaÕ acentœa el que una persona puede obtener conocimiento pensando de una manera que no depende de la experiencia, y por consiguiente enteramente mediante sus propios recursos intelectuales. Aunque el Men—n no es cuidadoso al restringir el conocimiento por completo a tal tipo de conocimiento a priori, Plat—n prosigue y desarrolla una explicaci—n del conocimiento en el que el modelo de destreza art’stica es reemplazado por uno de razonamiento no emp’rico, particularmente matem‡tico. En el Fed—n y la Repœblica Plat—n acentœa tanto la naturaleza no emp’rica de los objetos de conocimiento, las formas, como la naturaleza estructurada y jer‡rquica del conocimiento. La comprensi—n requiere ahora la captaci—n de un completo sistema conectado de pensamiento, y un discernimiento de las diferencias entre los elementos b‡sicos y los derivados, y los modos en los que los œltimos dependen de los primeros. Como las condiciones para tener conocimiento se hacen m‡s altas, el conocimiento se vuelve un estado siempre m‡s ideal; en la Repœblica solo podr‡ conseguirlo una elite intelectualmente dotada, que ha ocupado muchos a–os en actividades intelectuales incesantemente abstractas, y ha vivido una vida tenazmente dedicada al bien comœn. En la Repœblica el reporte de Plat—n del conocimiento, teorŽticamente exigente aunque aplicable en la pr‡ctica, es lo m‡s extenso y ambicioso que poseemos de Žl.

En di‡logos posteriores esta s’ntesis, aunque nunca repudiada, se extingue. En el Pol’tico encontramos que el conocimiento teorŽtico y el pr‡ctico son ahora cuidadosamente separados; en las Leyes una continua insistencia en la importancia de las matem‡ticas surte poco efecto, y contrasta con la extensa y expl’cita confianza de la obra en la experiencia. El Teeteto examina el conocimiento con un interŽs renovado y penetrante, atacando formas variadas de relativismo y subjetivismo, pero sin referencia a las consideraciones de la Repœblica.

Plat—n continœa hablando acerca de las formas, pero de maneras evasivas y a menudo enigm‡ticas. El pasaje continuo que parece examinar las formas como ellas se muestran en el Fed—n y en la Repœblica es totalmente negativo —la primera parte del ParmŽnides, donde se presentan varios poderosos argumentos contra esta concepci—n de las formas, y no se proporcionan respuestas. Cualquiera que sea la opini—n propia de Plat—n acerca de estos argumentos (algunos de ellos se asemejan a argumentos del primer Arist—teles), las formas en los di‡logos tard’os vuelven a un papel m‡s parecido al inicial. Ellas son la naturaleza objetiva de las cosas, los objetos del conocimiento, y han de ser comprendidos solo por el ejercicio del pensamiento y la investigaci—n, con independencia de la experiencia. El Pol’tico 262b-263d examina el modo en que el lenguaje puede ser enga–oso: no hay forma de extranjero, puesto que ÔextranjeroÕ simplemente significa Ôno griegoÕ, y no hay cosas que se pongan bajo un tipo unificado por el hecho de no ser griegas. No hay un mŽtodo œnico, a no ser el uso continuo de investigaci—n, para determinar cu‡l de nuestras palabras de hecho comprenden realmente tipos que son naturales, m‡s que meramente inventados. Sin embargo, Plat—n, aunque nunca renunciando a las formas como una demanda de objetividad en la investigaci—n intelectual, deja de vincularlas con las actitudes m’sticas y exaltadas de los di‡logos medios.

 

Alma y cosmos. A travŽs de los di‡logos Plat—n expresa muchas versiones de la idea de que el alma de una persona es una entidad distinta de la persona viva unida a un cuerpo, ligada a Žl por una relaci—n que es inevitable pero desafortunada. En el Fed—n, varios argumentos por la inmortalidad del alma muestran que Plat—n est‡ tratando indiscriminadamente con un nœmero de diferentes posiciones de quŽ es el alma: el principio de la vida, el intelecto, la personalidad. Las dos œltimas son las ideas m‡s desarrolladas. Alma como intelecto es el fundamento de la tendencia de Plat—n a tratar el conocimiento como lo que trasciende nuestro estado de ser corporal; en el Men—n, el aprendizaje de una prueba geomŽtrica es identificado con el alma de una persona que recuerda lo que ella conoc’a antes de su nacimiento. El alma como la personalidad es la base del uso por parte de Plat—n de mitos de transmigraci—n de almas y recompensas y castigos de la vida futura. En los di‡logos medios esas dos ideas est‡n unidas: el Fedro da una pintura v’vida de almas cazadas en una rueda de renacimiento progresivo, un ciclo del que solo la comprensi—n filos—fica promete una liberaci—n.

El uso por parte de Plat—n de la idea de que las almas son inmortales y de que renacen incesantemente en cuerpos diferentes es una expresi—n metaf—rica de un profundo dualismo cuerpo-alma que toma tambiŽn otras formas. Tiende a trazar oposiciones bien marcadas entre el pensamiento activo y la dependencia en la experiencia sensorial, y a pensar de los sentidos como d‡ndonos meramente reportes sin reflexi—n y no confiables; los di‡logos medios contienen desestimaciones muy llenas de colorido del mundo como revelado a nosotros a travŽs de los sentidos. Sin embargo, hay tambiŽn en Plat—n una tensi—n que contrapone a esto un punto de vista m‡s unificado de la persona. En el Banquete desarrolla la idea de que el amor er—tico puede ser sublimado y refinado de un modo que induce a aspirar a la filosof’a; en el Fedro, sostiene que esto no lleva necesariamente al repudio de su punto de partida. En la Repœblica el alma tiene tres partes, dos de las cuales est‡n ’ntimamente conectadas con el cuerpo; pero en el libro final solo la parte pensante consigue la inmortalidad.

El Timeo, una narraci—n sobre el mundo natural proyectada en la forma de una descripci—n de c—mo fue hecho por un Dios creador, trata el mundo mismo como una cosa viviente, con cuerpo y alma, y se desarrolla un fant‡stico relato c—smico. Otros di‡logos tard’os, en particular el Filebo, tambiŽn introducen la idea de que nuestras almas son fragmentos de un alma c—smica en el mundo como una totalidad. Muchos aspectos de la cosmolog’a del Timeo dependen de la suposici—n de que el mundo mismo es una cosa viviente.

 

Problemas posteriores y mŽtodos. Los œltimos di‡logos no despliegan las mismas preocupaciones literarias que las de los socr‡ticos y los medios, ni contienen los mismos temas. M‡s bien, Plat—n se inclina a polemizar con las ideas de otros fil—sofos, y sus propios antecesores, de una manera impresionantemente diferente a su modo anterior de hacer filosof’a segœn su uso temprano del di‡logo. En las obras tard’as la forma de di‡logo es a menudo deformada por la necesidad de exposici—n, y son a veces pesados y pedag—gicos. Sin embargo, el di‡logo es a menudo usado en forma brillante por largos tramos de argumentaci—n, como en el ParmŽnides y el Sofista.

El Sofista presenta, en un pasaje de argumentaci—n provocadora, la soluci—n de Plat—n al desaf’o de ParmŽnides sobre la coherencia de hablar sobre el no-ser. El Timeo asume el desaf’o de la cosmolog’a, replicando a pensadores anteriores con suposiciones cosmol—gicas diferentes.  Un tratamiento m‡s irreal de la cosmolog’a se encuentra en el Pol’tico. El Cr‡tilo discute cuestiones de lenguaje y etimolog’a de un modo semi-humor’stico pero sistem‡tico. El inconcluso Critias y el Pol’tico, asumen cuestiones de teor’a pol’tica, examin‡ndolas con recursos previamente rechazados, como la f‡bula y relatos que toman seriamente la memoria tradicional y el mito. El Filebo, al discutir el lugar del placer en la vida buena, lo hace en un contexto de metaf’sica pitag—rica. En las  Leyes se bosqueja un estado ideal con considerable ayuda de las lecciones de la historia y la pol’tica presente. Estas obras muestran una variedad m‡s amplia de intereses  que hasta entonces, y una flexibilidad creciente de metodolog’a. Plat—n en esas obras muestra a la vez un respeto mayor por las opiniones de otros y una buena voluntad acrecentada para aprender de la experiencia, la tradici—n y la historia. Leyes 3 es un precursor de la investigaci—n detallada de Arist—teles en la historia pol’tica. No es sorprendente que encontremos muchas ideas que nos recuerdan a su pupilo Arist—teles, y los mŽtodos de este œltimo y sus preocupaciones, desde el Ôrecept‡culoÕ del Timeo, que sugiere la materia, hasta el tratamiento del ÔmedioÕ en el Pol’tico.

Plat—n es original, radical y osado, pero tambiŽn evasivo. Sus ideas son concretamente claras e inflexibles, y en su conjunto fragmentarias, desafiando perennemente al lector a participar en el di‡logo y asumir el desaf’o, siguiendo hacia donde lo conduce el argumento.

 

VIDA. A. Riginos, Platonica: the anecdotes concerning the Life and Writings of Plato (1976).

TEXTO. Oxford Classical Texts, Burnet. Nueva edici—n en v’as de realizaci—n (1995– ).

SCHOLIA. C. F. Hermann, Platonis Dialogi, 6.

WORD INDEX TO PLATO. L. Brandwood (1976).

TRANSLATIONS. Hay un gran nœmero de traducciones modernas de pr‡cticamente todos los di‡logos. Se recomienda la traducci—n de Jowett entre las inglesas.

ESTUDIOS. En el siglo XX, la obra sobre todos los aspectos de Plat—n ha sido voluminosa., pero est‡ fragmentada y dividida entre diferentes di‡logos; ha habido pocos estudios de Plat—n como conjunto aparte de breves introducciones. R. Kraut (ed.), The Cambridge Companion to Plato (1993), es, sin embargo, una introducci—n œtil, y posee una extensa bibliograf’a. Una extenso y m‡s antiguo examen puede encontrarse en J. M. Crombie, An Examination in PlatoÕs Doctrines, 2 vols. (1962, 1963). Se puede hallar el importante trabajo de G. Vlastos en S—crates, Ironist and Moral Philosopher (1992), Socratic Studies (1994) y Platonic Studies  (2» ed., 1981). Los influyentes art’culos de G. E. L. Owen en Plat—n se pueden hallar en sus estudos escogidos, Logic, Science and Dialectic (1986). Una colecci—n de art’culos sobre S—crates ed. G. Vlastos (1971) ha sido seguida ahora por H. Benson (ed.), Essays on the Philosophy of Socrates (1992). Para Plat—n ver Plato I y II, ed. G. Vlastos (1971); tambiŽn R. E. Allen (ed.) Studies in PlatoÕs Metaphysics (1965). Ver tambiŽn M. Ostwald y J. Lynch, CAH 62 (1994), 602 ss.; R. B. Rutherford, The Art of Plato (1995; on literary aspects).