Qu confiesan las Confesiones?
Oscar Velsquez
Jean‑Franois Lyotard
A
mediados del siglo III de nuestra era, en Roma, un filsofo de procedencia
egipcia no quera saber nada de pintores ni escultores. La razn: pareca
avergonzado de estar en un cuerpo. El sabio era Plotino; y habindole pedido
su principal colaborador, Amelio, que se prestase para un retrato suyo, se
neg, considerando que ya era mucho sobrellevar la imagen, la efigie (idolon) que nos envuelve para aadir a
esta, el idolon de un idolon.[1] Carterio,
que as se llamaba el mejor de los pintores de su tiempo, con la complicidad
de Amelio, y mientras se haca pasar por devoto estudiante, lo observaba con
detencin para poder captar mentalmente sus rasgos de la forma ms parecida
posible. Esta fue tal vez la causa de la existencia, en la tradicin
occidental, de diversos bustos que se suponan de Plotino, si bien uno, el ms
famoso de hecho entre aquellos, se encuentra en el museo Ostiense, del antiguo
puerto de Roma Ostia tiberina. Las proporciones clsicas de perfeccin ideal
han desaparecido de ese rostro, que conserva sin embargo una impresionante
nobleza, toda espiritual, como volcada en su mirada a la contemplacin interior
de espectculos mucho ms bellos que los ojos de la carne jams hubieran podido
contemplar. Las Confesiones son la
obra ms plotiniana de Agustn, pero reflejan los dramticos cambios que, en el
transcurso de un siglo se haban suscitado en l y en el mundo a su alrededor.[2] El gran
pensador pagano dejaba una herencia ambivalente: la interioridad, espacio
inteligible del hombre en que la divinidad poda ser hallada, continuaba
conservando su lugar esencial; la desvalorizacin de la efigie y la forma
exterior, en cambio, junto a ciertos sentimientos encontrados acerca de la
individualidad, habra hecho imposible realizar un retrato como el que Agustn
realiza de s mismo en Confessiones.
Podra resultar chocante hablar demasiado de s mismo, por mucho que ya para
Agustn los acontecimientos personales podan reflejar, con sorprendente
lucidez, todo ese mundo espiritual en que se supona habitaba la divinidad.
Agustn
emprende as la tarea de escribir sus Confesiones
ca. el 397, a los cuarenta y tres
aos. Diez haban transcurrido de su bautismo a manos de Ambrosio en Miln, de
la renuncia a su ctedra de retrica y del regreso a esa misma ciudad desde su
retiro en Cassiciacum. Viva ahora en el activo puerto de Hipona y haca dos
que era obispo, y desde el ao anterior –a la muerte de Valerio–
ocupaba en plenitud la sede episcopal de la ciudad. Seis aos antes haba
llegado a Hipona, para ver a un amigo (segn cuenta mucho ms tarde)[3]; y aqu,
dice, me apresaron, fui hecho sacerdote, y as llegu al grado del
episcopado. Muy probablemente tres aos despus, hacia el 400, su trabajo
estaba totalmente terminado. La iglesia donatista, por otra parte, mantiene an
su vigor en esta ltima dcada del siglo IV en gran parte del frica centro‑occidental,
es decir, en Numidia, frica proconsular y Bizacena, de modo que en estos
primeros aos de su labor episcopal el cisma de la Iglesia ser un motivo para
l de continua preocupacin no solo pastoral sino tambin intelectual y poltica.
En esas circunstancias, uno se puede preguntar cules pudieron haber sido las
razones para emprender la confeccin de una obra tan singular despus de los
impecables dilogos filosficos escritos en Italia entre el 386‑388, y
sus primeros libros religiosos escritos en frica a partir de su retorno a
Cartago ese mismo ao, y a Tagaste, su ciudad natal. Por mucho que estos
dilogos revelan una agudeza intelectual y filosfica de primera magnitud,
ellos se enmarcan perfectamente en la tradicin del dilogo socrtico
naturalizado por Cicern en la mentalidad latina. Muy pronto, ya en Hipona como
presbtero, habr de terminar su quiz ltima obra propiamente filosfica, de libero
arbritrio II‑III (391), y aumentarn sus tratados sobre las
Escrituras sagradas. Hasta el ao del inicio de sus Confesiones, por consiguiente, Agustn ha completado no solo obras
importantes de carcter filosfico, exegtico, doctrinal y apologtico –en este ltimo caso
especialmente contra la secta maniquea– sino tambin ha iniciado la
confeccin de libros importantes que, en algunos casos le tomarn ms de veinte
aos, como las Enarrationes in Psalmos
(392‑420), de doctrina christiana (396‑426)
y de Trinitate, su obra maestra de
inspiracin teolgica (399‑419). Como un dato significativo se puede ver
que coinciden con las Confesiones
obras de carcter antimaniqueo (aparte de otras escritas a fines de la dcada
anterior) como Contra epistolam quam
uocant fundamenti (396), Contra
Faustum Manichaeum (397‑398), Contra
Felicem Manichaeum (398), de natura
Boni contra Manichaeos (399) y Contra
Secundinum Manichaeum (399). La contemporaneidad de estos escritos con la
redaccin de sus Confesiones revela
al menos que una de sus principales preocupaciones durante esta poca de su
vida estaba en la polmica en contra de las antiguas creencias maniqueas. Las
ideas de la secta lo mantuvieron sujeto durante nueve aos; y sus arduos
esfuerzos por liberarse de ellas repercute an en su presente como parte de un
pasado con el que es preciso ponerse de acuerdo.
Porque
uno de los aspectos distintivos que es posible discernir como determinante en
este complejo libro est la intensidad de la bsqueda por reconciliarse con el
tiempo anterior. No es un libro de meras reminiscencias sino una vuelta a un
pasado vital, y en cuya lectura, como afirma Peter Brown: uno constantemente
experimenta la tensin entre el entonces
del joven y el ahora del obispo.[4] Y uno se puede razonablemente preguntar
acerca de los motivos profundos que lo indujeron finalmente a la confeccin de
la obra, debido a la novedad impresionante del carcter del escrito. Mucho se
ha comentado sobre posibles antecedentes literarios a esta suerte de
autobiografa intelectual; y se han hallado ciertas memorias ya en tiempos
romanos, en que el temperamento de muchos de sus prohombres se caracterizaba
por ese sentido de lo concreto y por una voluntariosa capacidad de cultivar lo
personal. Ya en el siglo IV a. C. Evgoras
de Iscrates y Agesilao de Jenofonte
surgen como una forma autnoma de biografa con antecedentes en el enkomion retrico y la literatura
socrtica. De aqu se puede decir que hay un desarrollo constante de la
biografa, que en forma especial continu evolucionando en los siglos
inmediatamente anteriores a los de Agustn, y que se cultivaba con acabada
perfeccin; y se puede mencionar tambin una lnea hagiogrfica, tanto
cristiana como pagana, donde destaca la notable vida de Plotino de Porfirio. No habra que olvidar, junto a estas
vidas de santos los relatos mismos de los Evangelios en cuanto vidas de Jess, que narran sus dichos y sus hechos. Ni debera
pasar inadvertido a un lector atento el que las Confesiones tienen en su germen precisamente el modelo de los
Evangelios, si reducimos la obra de Agustn a la situacin bsica de lo que
all se dijo e hizo. Hay tambin aqu un descenso a las situaciones elementales
de la vida, que revelan perodos de dolor y angustia, y un momento decisivo de
resurreccin.[5]
Por otra parte, a los textos y autores mencionados por los especialistas me parece
pertinente aadir al historiador Salustio (86‑35 a. C), ya nombrado por
Agustn en los dilogos de Cassiciacum como lectissimus
pensator uerborum (selectsimo tasador de palabras) y muy admirado por l
a lo largo de toda su vida.[6] Me refiero en especial a los notables
retratos biogrficos del Bellum Catilinae
y el Bellum Iugurthinum, en que la
profundidad psicolgica de los personajes adquiere un poder difcil de igualar
en la literatura latina posterior.
Es
posible decir, en consecuencia, que los tiempos estn maduros en la
civilizacin grecorromana para este giro decisivo de la biografa a la
autobiografa, en que los esbozos anteriores, frente a la slida consistencia
de las Confesiones adquieren, en
palabras de Pierre de Labriolle, un carcter demasiado fragmentario.[7] Por eso
que la pregunta, en primer lugar, de porqu unas Confesiones, y qu lo que ellas confiesan cobra mayor complejidad
debido al carcter singular del suceso. Los mismos contemporneos lo vieron
as. La respuesta, sin embargo, no podr tener las caractersticas de un
resultado preciso, siendo ella la consecuencia de numerosos condicionamientos
que van de lo social, cultural y poltico hasta lo ms ntimo y personal. Mi
esfuerzo entonces se debe encaminar siguiendo solo algunas sendas que permitan
clarificar aspectos esenciales del problema.
Una
confessio en el latn clsico
significaba reconocimiento, admisin, en especial, en detrimento de uno
mismo; de ah que tomara tambin el sentido de admisin de culpabilidad. En
tiempos cristianos, en especial en perodos de persecucin, se trat de una
confesin de fe cristiana delante de una corte; y asimil los sentidos de la ejxomolovghsi de la Septuaginta y el NT, como
confesin de una falta y, en un sentido tambin muy propio de la Escritura,
como accin de gracias. En Agustn se refleja claramente ese desarrollo de la
lengua latina bajo el influjo cristiano y la Biblia griega, de modo que la
palabra confessio manifiesta dos
sentidos valiosos para nuestra encuesta, a saber, confesin de los pecados y
reconocimiento de la fe en Dios. Esta ltima idea lleva implcito un sentido
antes desconocido de la lengua clsica, por el que, mediante una confessio se seala una accin de
reconocimiento de la grandeza de Dios. De ah, finalmente, se llega a
alabanza, que es producto de un sentimiento de gratitud.[8] Al final
de su vida, en sus Revisiones Agustn
afirma que Los trece libros de mis Confesiones alaban al Dios justo y bueno
tanto por mis buenas como por mis malas acciones, e impulsan hacia l el
entendimiento humano y el afecto.[9].
Ahora
bien, este breve recorrido etimolgico y semntico nos proporciona solo una
pauta; la verdadera bsqueda debe entonces comenzar, puesto que los estudiosos han planteado como
respuesta general a estos asuntos la posibilidad de que Agustn escribi este
libro tan singular con la intencin de hacer una apologa de su propia vida.
Despus de pertenecer por nueve aos a la secta maniquea y luchar
posteriormente en forma creciente contra el cisma donatista en frica, l se
haba transformado en el ms formidable defensor de la ortodoxia catlica y en
un enemigo de muchos hombres influyentes en toda la provincia. Es comprensible
que haya sido as, y de hecho fue as, pues fue acusado por los donatistas de
ser todava un maniqueo, y por los maniqueos de haber dejado su iglesia por
temor a la persecucin estatal.[10] En mi
intento por sintetizar lo ms posible esta presentacin y enderezarla hacia los
temas que me interesa discutir, me parece evidente que las Confesiones tienen poco de una apologia
pro vita sua, habiendo un claro contraste en este caso con la obra
apologtica ms importante de todas las de Agustn, la Ciudad de Dios. Nuestro autor es un agudo polemista, y me parece
indudable de que si se tratara en primer lugar de una defensa de s mismo, el
tono personal de ella no habra tomado desde el inicio el carcter de una
plegaria continua a Dios Padre y a su Hijo Jesucristo; ni hubiera presentado
aspectos que l consideraba oscuros de su propia vida con tan brillante
sinceridad. Otra cosa es que se puede perfectamente entender que Agustn es
consciente de los efectos positivos que sus relatos podan tener sobre todo
ante un lector catlico y predispuesto a la simpata. Sera entonces difcil de
entender la ingenuidad de culparse a s mismo de muchas faltas, ante el
resultado previsible de tantos adversarios y enemigos que habran de utilizar
las confesiones de su autor como evidencias en su contra.
Mas
cerca, entonces, de una posible explicacin podra estar la idea de considerar
las Confesiones como un acto de
terapia personal. El enfermo busca la restitucin de su salud mediante la
palabra que pone al descubierto la culpa. Queda en consecuencia expuesta la
enfermedad, que en buena medida consiste en que, est all encubierto pero en
potencia aquello cuya sola presencia daa el alma. El instrumento que puede
sanar es la palabra, que cuenta y hace manifiesto aquello o parte de aquello
que corroe internamente la conciencia; y lo que Agustn al parecer intenta es
descargar en este caso una ansiedad que est presente en el corazn al modo de
una dissipatio (Conf. VIII, 22).
Cuando yo
reflexionaba, dice, cmo podra ya servir al Seor mi Dios del modo que tena
dispuesto haca tiempo, era yo quien quera, yo quien no quera, yo, era yo. Ni
del todo quera, ni del todo no quera. Por eso luchaba conmigo mismo y me
disociaba (dissipabar) de m mismo, y
aunque esta misma disociacin (dissipatio)
se produca a pesar mo, no exhiba la caracterstica de otra persona, sino el
castigo de la ma.
La
enfermedad est en esa dissipatio,
que se manifiesta de hecho al modo de una dubitatio
(que en este caso, ya convertido a la fe catlica, es duda ante la accin). Son
los momentos previos a la escena del jardn de Miln. Esta voluntad dividida l
la ha percibido justamente como una enfermedad, una aegritudo animi (VIII, 21). Ella se muestra adems cual
perturbacin de la mente, una ansiedad (aestus
meus, VIII, 19; aestibus), en
medio de una disputa ardiente (19) del alma consigo misma. Se debe tener
presente, sin embargo, que si este es un acto de terapia espiritual, l parece
realizarse prcticamente sin articulacin de la voz sino con palabras
interiores dirigidas a s mismo y a la divinidad. Son los gestos sin embargo
los que abundan, las lgrimas, el tumulto de una controversia in corde (27). En el desenlace (exitum, 27) de este acto de purificacin decisiva, eso que l
considera su miseria (28) es
literalmente extrada (traxit, 28) y acumulada (congessit) ante el propio Agustn desde
un fondo secreto, ntimo (a fundo arcano),
por la accin de un examen o mirada profunda (alta consideratio) de s mismo.[11] Esa
intensa consideratio alcanza hasta
las entretelas del cor y rescata
desde el abismo esa suerte de tiniebla escondida all. Esta miseria, en latn, es en castellano
afliccin, pena (o porqu no, miseria) y simboliza al mismo tiempo la causa
y el efecto enquistado; y en ese estar all de aquello consiste la condicin
aflictiva de su alma.
No
trato aqu el tema de cmo Agustn supera su crisis final en la lectura del
texto de San Pablo, que toma inmediatamente despus del tolle, lege del jardn. Me interesa ms ahora el desarrollo de la
enfermedad misma, del desasosiego interior y de los medios de curacin. En este
sentido se puede decir en general que hay una cierta continuidad entre la
accin mdica del Salvador, y la virtud medicinal de la Sagrada escritura.[12] Este es
un punto, entre otros muchos que puede inspirar una investigacin sobre todo en
este texto esencial de las Confesiones.
El mero encuentro entre los ojos que miran y el texto sagrado que ante esa
mirada se manifiesta, es ya para Agustn un motivo de certeza, una seal
indudable de la voluntad del Creador. Pero Jess sana: medicus es, aeger sum; misericors es, miser sum (X, 39). Esta frase
sintetiza un punto medular. Agustn confiesa y se reconoce enfermo ante Dios y
conoce su misericordia; pero la salud espiritual que busca mediante la terapia
de la confesin l sabe ahora que se logra obrando la verdad en el corazn,
delante de Dios, que es la verdad. No solo en s mismo como s mismo, ni
delante de otro, ni ante un experto. Ah est la diferencia con una mera
explicacin psicolgica del relato. El texto es inequvoco al dirigirse a la
divinidad: Porque mira! t amaste la verdad, ya que quien realiza la verdad
viene hacia la luz. Yo quiero realizarla en mi corazn delante de ti en mi
confesin, y tambin en mi acto de escribir delante de numerosos testigos (X,
1). La confesin, en consecuencia, tiene claramente dos momentos que se
yuxtaponen y fortalecen el uno al otro. Lo que va quedando entonces de
manifiesto son al menos dos cosas: algo que se hace (a) in confessione, es decir, que Agustn confiesa a Dios una enfermedad que alguna vez tuvo y de la que por
gracia del mismo Dios san. Ese fue un asunto de l con Dios, con l, con la
Verdad en ese entonces, y entr en relacin con lo divino en un intenso dilogo
interior (y cuyo aprendizaje inicial, conviene recordar, le fue proporcionado
por su lectura de los libri platonicorum).
Fue un acto de confesin, y de gratitud y alabanza. Y, luego, algo que se realiza (b) in stilo, es decir, su confesin en la
accin de escribir, es decir, en el libro que l escribe, por el que manifiesta
a muchos otros, varios aos despus, esos acontecimientos vividos. El primero
es el antes, el segundo, el ahora. Es adems un acto de confesin,
de reconocimiento de su miseria, de
su recuperacin y gratitud.
No
es, por consiguiente, un mero tema de introspeccin psicolgica. En el
encuentro con Dios Verdad est el origen de su recuperacin. Este encuentro se
expresa como un descubrimiento, como un hallazgo, que precede y conduce a un
conocimiento de la divinidad. Es un acto de inteleccin superior del espritu
humano, una iniciacin augural, el momento del despliegue de la revelacin en
el alma de la presencia de una relacin entre el hombre y Dios, que permaneca
all, en la memoria, como olvidada antes, pero recobrada: Porque donde
encontr la verdad all encontr a mi Dios la verdad misma, de la que no me he
olvidado desde que la hall.[13] Es una
memoria que permanece (manes/ubi manes) en el hombre mismo, en su espritu; y all parece ser
donde se realiza el acto de salud, pues Agustn relaciona el hecho de que Dios
permanece en la memoria (manes in memoria
mea), a que Dios le ha dado su misericordia
dirigiendo la mirada a su pobreza (ibid.). He aqu entonces que Dios est
dentro (intus eras), y para sanar, el
hombre debe estar tambin volcado en forma intensional
hacia dentro, no hacia fuera, puesto que debe estar all donde Dios toca,
inflama y da la paz: me tocaste, dice, y me hall inflamado en tu paz (X,
38).
Las
Confesiones, entonces, integran
vitalmente el pasado al presente, cosa que hace posible una compenetracin
natural entre la confesin y la alabanza, los dos extremos semnticos de la confessio. Agustn en consecuencia
confiesa quin fue, cmo vivi y cmo se hall en cierto momento con la Verdad,
Jesucristo; pero la confessio de
Agustn tiende un arco vital entre el ayer y el hoy, ante la presencia eterna
de ese Dios que ahora alaba en el hacer mismo del relato. De ah que la confessio as entendida supone una
concepcin espiritual de un tiempo fundado en el yo, en cuyo interior hay una
suerte de espacio de eternidad en que mora lo divino. Tiempo del yo, duracin
espiritual, vida. Eso donde es posible el encuentro es in te supra me (X,
37). La frase completa dice: Dnde te encontr por tanto de modo que pudiera
conocerte, sino en ti antes de m?. Entiendo antes, a diferencia de
intrpretes que traducen el supra
espacialmente, sobre m. Porque qu significado puede tener el hablar de
dimensin en un texto en que se niega el espacio?; y el ut, adems, es de modo que, no un para que. Supra, entonces, es aqu temporal, earlier, y Henry Chadwick lo entiende
bien, before.[14] Es all
donde el antes y el ahora se funden en la experiencia vital del hallazgo. Y no
hay lugar, agrega, como si dijera, entre t y nosotros, en esta experiencia
espiritual, ya que nos alejamos y nos acercamos: sin que haya en ninguna parte
lugar (X, 37).
Ahora
bien, la confesin de Agustn se hace antes que nada y en forma esencial tacite ante la presencia de Dios (in conspectu tuo, X, 2); una confesin
en que el abismo de la consciencia humana
es el espacio espiritual en que se oculta lo que aqu se confiesa (X, 1).
Se declara ante Dios lo que la divinidad ya conoce, por eso que este acto de
reconocimiento va acompaado de oracin y alabanza. En segundo lugar, l se
confiesa a Dios, ahora, para que escuchen los hombres, dice, a quienes no
puedo probar, si es verdadero lo que confieso, pero me creen aquellos a quienes
la caridad abri sus odos (X, 3). Ms adelante, a fines del libro dcimo, se
hace presente un tema que me hubiera gustado revisar, el de la mentira (mendacium, X, 66), puesto que ella
repercute en la esencia misma de una confesin que se hace, especialmente aqu,
ante Jesucristo, Verdad, el nico mediador verdadero. Qu puede confesar quien
no confiesa la verdad? La palabra del hombre puede ser engaosa: Por eso te
perd, dice, porque t no toleras que se te pueda poseer junto con la mentira
(ibid.). Se confiesa mentiroso, pero el mediador levanta, y como un mdico sana
los languores, es decir, los
decaimientos de nimo, las depresiones, en cuanto ellas expresan un estado de
abatimiento fsico y moral. Pero, adems, este estado de languidez deja al
descubierto la incertidumbre del alma. Conjetura con acierto Lyotard al poner
en boca de Agustn la siguiente consideracin: Bajo tus ojos me he convertido
a m mismo en una interrogacin, y es esto, esta languidez, languor, lo que ahora soy.[15] Est
Agustn expresando sentimientos pretritos o presentes en estos pasos de sus Confesiones? Ambos, dira yo, en
especial por el uso de verbos en presente sobre situaciones que se prolongan
desde el pasado. Y reforzando este sentimiento, mientras se dirige al Padre
sobre el Mediador que siempre intercede por nosotros, dice: Sin eso perdera
la esperanza; porque mis estados de abatimiento (languores) son grandes, son numerosos y grandes, pero tu medicina
es mayor (X, 69).[16] La esperanza seala una posibilidad
abierta hacia una recuperacin futura.
La
conclusin de este libro X est estrechamente relacionada con el siguiente,
como lo ha sealado M. Pellegrino,[17] sobre
todo por el tema comn de la confessio
scientiae et ignorantiae. Ahora bien, era en el libro X donde Agustn pareca
referirse quiz con mayor claridad sobre el sentido de sus confesiones. El
punto estaba en la verdad (magistralmente relacionado con el tema de la
mentira, planteado tambin en el mismo libro). Es por la verdad por la que
confiesa; y puesto que Dios es la verdad, confesndose con la Verdad mediante
un dilogo con el Dios que vive en su propia alma, realiza en su interior la
salud que busca. Tal vez fue preciso contar de nuevo, ms de diez aos despus,
la historia de este encuentro vital con su propia interioridad, en la medida
que Agustn juzg necesario manifestarlo ahora a los dems por ciertas razones
que l mismo seala en un paso crucial de la obra, cuando concluida la fase
propiamente biogrfica y personal entre los libros IX y X, al iniciar en el
libro XI sus meditaciones sobre los primeros versculos del Gnesis, dice:
Se
puede decir, Seor, que puesto que es tuya la eternidad ignoras lo que te digo,
o ves en el tiempo lo que sucede en el tiempo? A qu vienen las narraciones
detalladas de tantos acontecimientos? Por cierto que no para que los conozcas
por m, sino que levanto hacia ti mi afecto y el de aquellos que los leen, para
que todos digamos: grande eres Seor, y muy digno de alabanza. Ya lo dije y lo
dir: hago esto por el amor de tu amor . . . Manifestamos as nuestro afecto
hacia ti hacindote la confesin de nuestras aflicciones y de tus misericordias
sobre nosotros . . . Mira como narr muchas cosas, las que pude y las que
quise, porque t quisiste primero que te confesara, Seor Dios mo. . . (XI,
1).
Se expresa as de nuevo la relacin eternidad tiempo. Mediante el dilogo del alma con Dios y la relacin de sus miserias, y sus alabanzas dichas por su salvacin, se ven los objetivos de su confesin personal: Agustn manifiesta haberse sanado en un tiempo anterior, y se siente confirmado al presente en su salud mediante el relato y la escritura que ha logrado realizar. Y si el lector a su vez se edifica con sus palabras, parece indicar, que Dios sea entonces alabado, puesto que ese es el objetivo ltimo de su confesin.
Clase
inaugural del ao acadmico 2004
Facultad
de Filosofa
Pontificia
Universidad Catlica de Chile
[1] Porfirio, Vita
Plotini 1. 9.
[2] P. Brown, Augustine
of Hippo, London 1967, p. 168: The Confessions,
indeed, are the high‑watermark of Augustines absorption of the Enneads: in them, he will talk the
language of his master with greater conviction and artistry than in any other
of his works. But all this has been transformed.
[3] Apprehensus, presbyter factus sum; Sermn 355, 2
pronunciado en Hipona el ao 425.
[4] P. Brown, Augustine
of Hippo A Biography, London 1967, p. 164.
[5] Confesiones VIII, 29: Surrexi
[6] Ver H.
Hagendahl, Augustine and the Latin
Classics, Goteborg 1967, p. 636.
[7] P. de Labriolle, Saint Augustin Confessiones tome I, Paris 1969, p. VIII.
[8] Aut enim in laude intelligitur confessio. . . aut dum
quisque confitetur sua peccata. . .cujus indeficiens est misericordia, Isidoro
de Sevilla Etim.. 6. 19. 75, G. W. H.
Lampe A Patristic Greek Lexicon, Oxford 1978 (1961).
[9] Oeuvres de
Saint Augustin 12 Opuscules, Retractationum Liber II, VI, 1, edicin bilinge por G. Bardy,
Bibliothque Augustinienne, Paris 1950, p. 460.
[10] Su vida tambin corri peligro. Ver, Vida de San Agustn escrita por Posidio, BAC Madrid 1969, pp.
319–321.
[11] Henry Chadwick
traduce justamente consideratio como
self‑examination en Saint Augustine Confessions
Oxford University Press 1991 p. 152.
[12] Samuel Fernndez Eyzaguirre Cristo Mdico, segn Orgenes La actividad mdica como metfora de la
accin divina, Roma 1999, p. 277
[13] Ubi enim inueni ueritatem ibi inueni deum meum ipsam
ueritatem, quam ex quo didici non sum oblitus, Confessiones X, 35.
[14] H. Chadwick, Saint
Augustine Confessions, Oxford University Press, 1991, p. 201.
[15] Jean‑Franois Lyotard, La confesin de Agustn, versin espaola, Buenos Aires/Madrid,
2002, p. 90; cf. Ibid. p. 45, postracin. Agradezco a la Profesora Giannina
Burlando el haberme advertido sobre este bello libro de Lyotard.
[16] Confessiones 10,
69: Alioquin desperarem. Multi enim et
magni sunt idem languores, multi sunt et magni; sed amplior est medicina tua.
[17] M. Pellegrino, Les
Confessions de S. Augustin, p.
233.